EL GATO KATO
Al principio, los ratones huían del gato Kato. Pero cuando los ratones descubrieron que el gato no se los comía dejaron de huir, y empezaron a burlarse del pobre gato. El gato Kato no entendía las burlas, y se lo tomó como un juego. Juntos se divertían mucho, o al menos eso era lo que creía el gatito.
Corrió la voz de que en aquella casa había un gato que no se comía a los ratones, así que todos los roedores de los alrededores se fueron a vivir a la casa del gato Kato.
Pero a los dueños de la casa no les hizo mucha gracia que la casa se llenara de ratones, y amenazaron al gato Kato con echarlo de casa si no se deshacía de ellos. - A partir de ahora no te daremos de comer -le dijo el dueño de la casa al gato Kato -. Si tienes hambre, caza ratones. Y si no te los comes buscaré otro gato y tú te irás de aquí.
Pero el gato Kato no quería irse, ni tampoco comerse a los ratones. Les había cogido cariño. Pero los días pasaban, y el gato Kato tenía mucha hambre. No tenía fuerzas ni para jugar con sus amigos ratones.
Ningún ratón se preocupó de lo que le pasaba al gato Kato. Sólo se reían y se burlaban de él mientras se comían el queso que le habían robado al dueño de la casa.
- Si seguís así me echarán y traerán a otro gato hambriento que os comerá - dijo el gato Kato a los ratones -. ¿Por qué no me dais algo de comer? Paso hambre por vuestra culpa. - ¿Tienes hambre? -le preguntaban-.¡Pues caza ratones, que para eso eres un gato!
Estas y otras burlas eran las que tenía que aguantar el pobre gato Kato. Sólo unos cuantos ratones le llevaban a escondidas un poco de comida al gato Kato cuando nadie los veía.
Finalmente, el dueño de la casa echó al gato Kato y lo sustituyó por un gato enorme. Éste sí que era un gato fiero. En cuanto llegó se lanzó a por los roedores. Tuvo suerte el nuevo gato. Los ratones estaban tan gordos y tan acostumbrados a que el gato Kato no les hiciera nada, que fue muy fácil cazarlos.
Los ratones prometieron portarse bien y se quedaron a vivir con el gato Kato en casa de la anciana.
Y así fue como el gato Kato y los ratones vivieron felices compartiendo lo que tenían y respetándose los unos a los otros.
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